A usted que es
vallenarino (a) le pregunto: ¿Conoce a Jaime Enrique Prado Ardiles?... Estoy
seguro que no. Entonces, le cuento que se trata del mal llamado “Loco Jaime”,
un término que si bien la gente lo dice con cariño, ofende y duele en lo más
profundo a su familia.
¿Por qué?...
Simplemente, porque Jaime no es un enfermo esquizofrénico, sino una persona
sana que actúa de forma diferente, debido a los trastornos que le produjo
haberse caído desde un segundo piso cuando solo tenía cinco años de edad,
azotando fuertemente su cabeza contra el suelo, quedando con un tec cerrado que
lo tuvo dos días en estado de coma, a tal punto que lo dieron por muerto.
Nació en Vallenar
el 4 de junio de 1944… o sea, tiene 76 años de edad, los que claramente no
representa. “Es que se alimenta bien, descansa bien y camina harto”, apunta su
hermano Luis Rojas, quien lo acoge en su casa de la calle Antofagasta en la
población Baquedano.
Jaime es una persona
tan lúcida que sabe perfectamente que debe cuidarse en esta pandemia. “Usa su
mascarilla y asume que no debe salir a la calle, por ser mayor de 75 años y lo
pueden multar, así es que se la lleva todo el día viendo tele, por eso entiende
lo que estamos viviendo”, agrega su hermano..
Volviendo al tiempo
en que Jaime sufrió el accidente, Luis recuerda que el médico que lo atendió le
señaló a su madre que solo había dos alternativas frente a la gravedad del
caso: vivir o morir… de hecho, permaneció dos días en estado de coma, sin
ningún asomo de recuperación. Aun así, por milagro de la naturaleza, sobrevivió
y hasta los 16 años, más o menos, fue un muchacho normal, aunque nunca asistió
a la escuela. A partir de esa edad, cambió su conducta y se fue tornando
agresivo, especialmente con su madre, al punto que una vez le quebró el tobillo
con una piedra.
“El año 1982 lo
llevé a Santiago para que fuera internado en el Hospital Siquiátrico, por
gestión de un carabinero amigo. Yo portaba una carta de presentación que le
mandaba a su colega de la capital el médico que lo atendía en Vallenar. En ella
decía que Jaime era analfabeto, que no sabía leer ni escribir. En eso, el
doctor lo hace pasar y se sorprendió muchísimo cuando Jaime le leyó su placa,
con nombre y apellido. Después miró hacia el patio, a través de la ventana, y
le preguntó al doctor: ¿Oiga, aquí parece que hay puros ´hueones´ locos, cómo
se les ocurre andar a poto pelao, mugrientos y chascones?
Entonces, el doctor
hizo salir a Jaime, que esperara afuera de la sala, a fin de conversar con
Luis, a quien el facultativo le admitió que no podía internarlo, porque no era
una persona enferma “Pero, se va a volver loco si lo dejo acá adentro”. Y lo
devolvió a Vallenar, recetándole unos remedios para aminorar su agresividad. Y
así ocurrió, durante unos cinco meses, tiempo en que tomó estos calmantes.
“Por eso, a nadie
de nuestra familia nos gusta que algunos pocos lo traten de loco. Por el
contrario, él es un personaje de Vallenar y se merece otro trato. Jaime sufre
de diabetes, pero controlada, se toma sus remedios todos los días”, apuntó
enseguida su hermano menor.
¿Por qué baja todos
los días al centro? “Porque le gusta, ahí conversa con la gente, se distrae,
algunos le pasan unas moneditas y es feliz en su propio mundo. Claro que, como
le dije recién, ahora no puede salir. Creo que tres tercios de los vallenarinos
lo quieren, por su simpatía y habilidad para conversar y si le pasan un diario
lo puede leer y eso que nunca fue a la escuela”, terminó señalando su hermano
Luis.
Eso sí, no se puede
negar que Jaimito es un eterno enamorado, un simpático y hasta osado piropero
de las niñas bonitas que pasan a su lado, claro que nunca sobrepasándose, por
eso la gente lo quiere y lo aprecia, porque asumen que es un verdadero
personaje popular de Vallenar, tal vez, uno de los pocos que nos van quedando.
SERGIO
ZARRICUETA ASTORGA
UNIDAD DE COMUNICACIONES Y RRPP