No es algo menor sumar 54 años entregados al
oficio de su vida y manifestar que si naciera de nuevo, volvería a ser lo
mismo. Se trata del más antiguo de los zapateros que van quedando en Vallenar.
¿Su nombre?: Guido Narváez Cortés, vallenarino de nacimiento, quien está
dedicado a este rubro desde los 16 años, tras la muerte de su padre y tuvo que
aportar para parar la olla de la numerosa familia.
Recuerda que, en aquel entonces, los Albasini
tenían una sucursal en Vallenar, donde reparaban calzado y fabricaban zapatos
de trabajo y ortopédicos. “Un día mi madre fue a comprarme un par de zapatos de
fútbol a ese local, con una plata que yo había ganado por cosechar papas en la
hacienda Cavancha. Ahí le preguntó al italiano si necesitaban un niño para
lustrar o para los mandados y le respondió que me presentara el lunes
siguiente. Me dejaron altiro lustrando
zapatos. Al poco tiempo me pasaron a coser zapatos y a los 17 años ya estaba
convertido en un maestro. A medida que uno iba aprendiendo, los italianos
también nos mejoraban el sueldo. Nosotros teníamos dos maestros, uno de
apellido Casanga que era de Coquimbo y el otro de apellido Gatica que era de
Vallenar. Ellos nos enseñaron de todo”.
El local de venta y reparación de calzado
Albasini estaba ubicado en aquella épocaen la esquina nororiente de la calle
Serrano esquina Recova (actual Alonso de Ercilla). Ese recinto fue demolido
para dar paso a una propiedad privada perteneciente a un médico vallenarino.
Don Guido alcanzó a trabajar cerca de 15 años
con los italianos, ya que después del triunfo de Allende en 1970 vendieron el
negocio al comerciante Enzo Rodolfi, aunque el letrero de Albasini quedó ahí
mismo. Un año después apareció Jaime Carozzi, quien había trabajado con los
Albasini en Copiapó. Él se había comprado unas máquinas en Santiago y como
sabía que yo a esas alturas era maestro, me contrató para que trabajaraen su
local que le puso La Napolitana, ubicado donde está Deportes Orlando. En esos
tiempos había cualquier pega, era un buen negocio arreglar zapatos, colocar tapillas,
media suela, suela entera, costuras de bolsos. Yo tenía un buen sueldo”.
Posteriormente, Carozzi vendió La Nápoli al
entonces jefe de Bata, Herman Leiva, quien mantuvo al maestro Guido Narváez y
también se llevó consigo a otro trabajador de la Bata, Guillermo Ardiles. “Si
antes ganaba 10, por decir unacifra, ahora ganaba 200”, recuerda.
Sin embargo, había un pero: “Lo malo de los patrones
chilenos es que no imponían, a pesar que declaraban las cotizaciones. Ahí fue
cuando el padre de mi compañeroGuillermo Ardiles nos hizo ver que estábamos
puro perdiendo plata y tiempo trabajando para otros y nos animó a
independizarnos. El mismo nos compró las máquinas en Santiago y nos instalamos con
la reparadora de calzados NARDI (Narváez-Ardiles) en calle Fáez, en un local
que le arrendábamos a unas viejecitas que después murieron y por eso tuvimos
que irnos porque la familia vendió esa casa. Entonces, decidimos instalamos en
la misma casa de mi socio Ardiles en calle Santiago al llegar a Fáez”.
Actualmente, cuando la importación china ha
matado el rubro del calzado nacional y todos sus productos son desechables, contrariamente
al parecer de un neófito en el rubro, no se queja por la falta de trabajo:
“Tenemos harta pega, aunque la reparadora cambió por los chinos. Ahora ya no se
pone suela entera ni se hace cambio de taco a las damas, pero ponemos tapilla, hacemos
cambio cierre a las mochilas, carteras y botas de damas, pegamos parches a las
zapatillas, ajustamos la horma de las botas femeninas, etc”, detalló.
Después de más de medio siglo trabajando en
el mismo oficio, Guillermo Narváez reconoce sentirse realizado con el camino
elegido, porque le dio la posibilidad de criar y educar a dos hijos que tienen
su propia profesión y una vida independiente ya formada. “Este es un oficio que
aprendí porque me gustó y como en esos años era bien rentado, seguí adelante,
más cuando me permitió ayudar a mi familia”. Hace pocos días cumplió 70 años de
edad y, por culpa de la pandemia, no pudo festejarlos en familia. Hoy vive con
su señora y su suegra que tiene 93 años. “Si volviera a nacer, volvería a ser
lo mismo”, concluyó.
SERGIO ZARRICUETA ASTORGA
Unidad de
Comunicaciones y RRPP
Producción: Mauricio
Véliz Huanchicay