Como
en mis registros históricos no guardo una efeméride correspondiente al día de
hoy, para “no romper el hilo”, me permitiré compartir el recuerdo de un hombre
humilde que, con su trabajo, dejó grabado su nombre para la posteridad como un
querido personaje popular de Vallenar.
Me refiero a Moisés… ¿Su
apellido?... nadie lo supo ni se sabe hasta el día de hoy. Tampoco su
procedencia. Era solo, nunca se le conoció familiar alguno. Creo que su casa
estaba a los pies del barranco de la población Carrera, entre las calles
Aconcagua y Vallejo, porque siempre lo vi rondar esos lados cuando se llegaba
la hora de guarecerse tras un día de fatigoso trabajo.
Su presencia se perdió en
el tiempo en la segunda mitad de los años ochenta. Lo recuerdo con su cuerpo
pequeño, su particular corte de pelo, su paso cansino y el infaltable
cigarrillo encendido entre sus labios. La mayoría de las veces lo veía tirando
su carretón de mano cargado a tope, con la singularidad que él no lo empujaba,
sino que lo arrastraba, llevando los dos mangos hacia adelante.
En esos tiempos, hablo de
los años 60 en adelante, la carga era transportada desde los centros
productores y abastecedores por el no menos romántico ferrocarril. Por lo tanto,
desde las bodegas de la estación local, el carretón de este hombre de pueblo
era atiborrado de mercadería para ser distribuida en los establecimientos del
centro de la ciudad. Moisés era el fletero preferido y de confianza de los “turcos” que confiaban ciegamente en él. Claro que no faltó
el día aquel en que se vio involuntariamente envuelto en un problema con “sus
jefes”. Según me contó don Mario Díaz Vargas, en cierta ocasión en que traía su
carretón cargado a tope con cajas de calzado para la Zapatería Rex, propiedad
de don Luis Castex Olivares, unos “pelusones” le desataron la carga y
aprovecharon de hurtarle algunas cajas con mercadería, sin que él se percatara
de aquella operación. El final del cuento no lo recuerdo, pero no debió ser
agradable para el humilde cargador que estoy seguro ni siquiera fue a la
escuela alguna vez.
Muchos niños de aquella
época fuimos los que alguna vez nos detuvimos a admirar la fortaleza física de
Moisés. Su pequeña estatura era compensada con creces por elásticos músculos,
con el sudor brillando en su rostro, con los pantalones arremangados, a pie
descalzo y la camisa abierta y amarrada en un nudo a la altura del ombligo. Así
podría describir la apariencia de este personaje de pueblo que marcó una época
en el Vallenar del ayer junto a su viejo carretón de mano.