En la población
Baquedano de Vallenar existe, desde hace varias décadas, el retén de
Carabineros “Alfredo Rozas Bugueño”, hasta donde seguramente muchos vecinos habrán
acudido alguna vez en busca de un servicio policial. Sin embargo, estoy casi
seguro que la mayoría de estos ocasionales usuarios, salvo las antiguas
generaciones, desconoce por qué este recinto policial lleva el nombre del
carabinero Alfredo Rozas Bugueño.
La historia comienza cerca
de las 21.30 horas del 13 de noviembre de 1972 cuando llegaron hasta una
residencial ubicada en calle Serrano, entre San Ambrosio y Vallejo (La Oriental) el viceprimero José Araya
Muñoz y el carabinero Alfredo Erasmo Rozas Bugueño, para cumplir una diligencia
policial en busca del autor de reiterados robos, para cuyo efecto llevaban una
orden de allanamiento, ya que se sospechaba que allí estaba el autor.
En el libro de ingreso
de la residencial constataron la presencia de un individuo sospechoso que,
junto con una mujer, ocupaba la pieza número once. Al llegar hasta el cuarto y
golpear la puerta salió a atender un individuo joven, quien -al ser requeridos
sus documentos- se turbó completamente y dijo llamarse Luis Espinoza Cabrera.
Como mostrara nerviosismo, los policías entraron al cuarto y pudieron constatar
la existencia de numerosas radios y otros implementos, de los cuales no supo
dar una explicación clara sobre la procedencia de cada uno de ellos.
En la pieza también se
encontraba una menor de aproximadamente 13 años, la cual fue presentada a los
policías como esposa del delincuente. Al comprobarse que los objetos eran
producto de robos, los dos policías registraron al individuo en busca de armas,
pero no le encontraron nada.
En un momento dado, el
tal Espinoza les dijo a los carabineros que en la cocina de la residencial
tenía guardadas otras especies y era mejor que las trajeran a la pieza. El vice
primero Araya le ordenó al carabinero Rozas que se quedara custodiando al
detenido, mientras él verificaba lo señalado por el delincuente. El carabinero
Rozas se ubicó en el marco de la puerta, mientras el individuo se sentó al
borde de la cama y la muchacha quedó en un rincón.
Dos disparos alertaron
al policía que había ido hasta la cocina. Cuando retornó a la pieza sintió
carreras apresuradas en un pasillo que da a la calle Serrano. La pareja había
huido y detrás los había seguido el carabinero Rozas Bugueño, a quien lo encontró
su compañero tendido de espaldas, con su revólver en la mano, pero con dos
impactos: uno en la región toráxica y otro en plena zona cardiaca.
El policía trató de ir
tras los pasos del hechor y de su cómplice, pero ya se habían hecho humo en la
noche. Cuando retornó al lado de su compañero, y al ver que aún vivía, solicitó
auxilio de inmediato y pocos minutos después el herido era llevado al hospital
“Nicolás Naranjo”, donde sólo se pudo comprobar el deceso del joven carabinero,
ocurrido durante el trayecto.
En una actitud
valiente, el carabinero Rozas, pese a estar mortalmente herido, alcanzó a
correr 20 metros siguiendo al delincuente y la muchacha, cayendo en plena
acción solo cuando las fuerzas lo abandonaron.
Una vez ocurrido el
deceso del policía, la jefatura de Carabineros de Vallenar movilizó a todos los
efectivos para dar caza al asesino y de inmediato dio cuenta al prefecto,
coronel Hugo Barrientos, quien dio órdenes precisas al personal de Copiapó que
se extendiera un cordón policial por este sector y también por la zona sur de
la provincia de Atacama, abierto además a todas las unidades de la provincia de
Coquimbo.
El carabinero Alfredo Erasmo Rozas
Bugueño era un funcionario ejemplar y así lo demostró hasta entregar su vida en
el afán de combatir la delincuencia. Había ingresado a Carabineros el 1 de
noviembre de 1966. Se había ganado el respeto de sus compañeros y el aprecio de
sus superiores. Fue siempre cumplidor y responsable. Era un destacado cultor
del deporte y un excelente futbolista. También había estado destinado en
Freirina y Domeyko antes de llegar a Vallenar.
El carabinero mártir era casado con
Ángela S. M. y padre de dos hijos: Un niño de 3 años y una niñita de tan solo 8
meses de edad.
Este alevoso crimen culminó con un drama
horrendo en pleno desierto de Atacama, tras la huida del hechor y de su
cómplice. A solo 35 kilómetros de Copiapó, en el sector Travesía, cuando el
delincuente se vio acorralado por la policía que le dio alcance, ultimó a su
acompañante de dos tiros en el cráneo y luego se autoeliminó en el interior de
la cabina del camión, cuyo chofer sin conocer la trastienda, los recogió en el
camino para llevarlos con rumbo a Copiapó.
Una hora duró la misa y honra
fúnebre que se le rindió a los despojos mortales del carabinero Alfredo Rozas en
el templo San Ambrosio que, para el efecto, no pudo contener a toda la multitud
que, a modo de consuelo, siguió el oficio desde la plaza y calles adyacentes.
Finalizada la ceremonia religiosa,
el ataúd fue colocado sobre un carro del Cuerpo de Bomberos cubierto con
flores. Una escolta fue ubicada a los costados, mientras a la cabeza se ubicaba
el Orfeón Ferroviario de Vallenar. Inmediatamente después del carro fúnebre, un
oficial y dos carabineros portaban en sus manos el pabellón nacional, en señal
de duelo de la institución policial.
En el Cementerio Municipal hicieron
uso de la palabra, consecutivamente, el alcalde Juan López; la gobernadora
subrogante del Huasco, Isabel Iribarren; Álvaro Ríos, en representación de las
instituciones deportivas de Vallenar; Graciane Silva, por los amigos
personales; el carabinero Claudio Vargas, a nombre de sus ex compañeros de
armas y, en representación de Carabineros de Chile, el comisario de Vallenar,
mayor Mario Pineda Melo.