Pocos han de saber que el Cementerio
Municipal de Vallenar tiene una data de 178 años, prácticamente, desde que
fuera puesto en servicio el 23 de diciembre de 1842, con la bendición solemne por
parte del cura vallenarino Bruno Fredes Zavala, quien quedó a cargo de la
capilla del camposanto, mientras que como primer administrador y tesorero fue
designado don José Santos Herrera.
La historia dice que hacia los años 1650 ya
existía un cementerio indígena en el antiguo poblado de Paitanás, el cual
estaba ubicado en el centro del valle, lo que vendría a significar las
inmediaciones de la actual Plaza “Ambrosio O´Higgins”. Esto se sabe porque el
historiador Juan Ramos Álvarez señala que el primer párroco residente en la
zona, don Alonso Burgos y Carmona, instaló una pequeña capilla junto al
cementerio que estaba en los terrenos del centro del territorio de Paitanás.
No obstante, el 21 de marzo de 1820, el
cabildo dispuso la prohibición de sepultar a los difuntos alrededor de la
comentada capilla, por lo que se instaló otro cementerio, el cual quedó ubicado
en el altiplano norte, precisamente donde hoy existe la calle Balmaceda hacia
Bellavista, en la población Baquedano, cuyo acceso estaba por el sector que
limita con la bajada hacia la calle Ramírez.
Este recinto se utilizó un poco más de una
década solamente, es decir, hasta que llegó la peste de la escarlatina que
enlutó a muchos hogares del Vallenar antiguo. Por esta razón, el gobernador
Pedro Velasco Martínez, en conjunto con el Cabildo local, acordaron cerrar este
recinto el 19 de diciembre de 1832, tomándose la decisión de buscar un nuevo
terreno para comenzar a utilizarlo como cementerio. El sitio elegido fue el que
se conserva hasta ahora como camposanto, con una superficie de casi 40 mil
metros cuadrados, al que popularmente se le llamó "El Llano del Panteón”,
mientras se preparaba su estructura
que, hasta ahora, ha acogido a más de cien mil almas que sueñan el .sueño
eterno.
En el cementerio vallenarino es posible
encontrar diversos sectores históricos, como aquel donde están sepultadas las
470 víctimas del terremoto de 1922, las 22 víctimas de la Pascua Trágica de
1931 y las víctimas de la caída del puente sobre el rio Huasco, en mayo de
1967, por citar algunos casos emblemáticos.