¿Quién alguna vez cuando niño no desarmó un
reloj prometiendo dejarlo como estaba?...
Creo que fuimos muchos los que nos dejamos llevar por la curiosidad de
conocer el interior de un reloj de pulsera o de velador. Bueno, así también
empezó Jorge González Robledo, más conocido en Vallenar como el “Monito
Relojero” que, a la fecha, suma 50 años ejerciendo este noble e importante
oficio y, desde hace 20 años, atendiendo a su clientela en la Galería Bavaria.
Hoy, a sus 66 años recién cumplidos, cuenta
que pertenece a una familia numerosa, donde obligadamente debió cooperar con la
casa a temprana edad para parar la olla, por esa razón salió a la calle a los 7
años a vender diarios, en esos tiempos el Noticiero del Huasco y La Prensa.
Posteriormente, dejó la pega de “canillita” y se convirtió en lustrín hasta que
lo venció la natural pretensión juvenil, al darse cuenta que con ese oficio no
iba a serle fácil conquistar el corazón de alguna lolita.
“Hasta que un día me metí al local de don
Cristian Fernández que, en esos años, estaba en calle Prat, un poquito más abajo
de donde hoy está la Galería Bavaria. Al lado estaban la notaria Zalduendo y la
botica de las hermanas Trabucco. Yo me subía a un cajón y le conversaba
diciéndole que mi sueño era tener un reloj, hasta que un díade broma me pasó un
elástico y me dijo ahí tienes uno, colócatelo. Al final, ya ni trabajaba y me
iba todos los días a conversar con él. Después, con el tiempo, don Cristian se
cambió a su nuevo local ubicado al frente de la plaza y yo me fui a trabajar
con él, para hacer el aseo del local… así me fui entusiasmando y aprendiendo de
a poco este oficio; empecé con los relojes despertadores, claro que al comienzo
dejé la tendalá, pero don Cristian me tuvo paciencia y todo lo que aprendí, se
lo debo a él”.
El “Monito” González recuerda con nostalgia
los buenos tiempos de los años setenta. “En esa época había mucha pega, sobre
todo cuando llegó la empresa que construyó la planta de pellets y con ella
llegó mucha gente a Vallenar, por eso don Cristian se compró una máquina que
parecía una juguera que armaba y desarmaba los relojes. También íbamos los dos
a Santiago a comprar los repuestos, después empezaron a venir los vendedores”.
Con la llegada del nuevo siglo, Jorge
González pensó que ya había llegado la hora de su independencia laboral,
aprovechando que también se había abierto la nueva Galería Bavaria y podría
instalarse en el centro de la ciudad. “Claro que me costó tomar la decisión,
antes le dimos varias vueltas al asunto con mi señora y pensaba qué pasaría si
me iba mal, si no tenía la plata para pagar el arriendo, así es que ella pidió
un préstamo para tenerlo como reserva y poder pagar unos tres meses si la cosa
no resultaba; pero, no fue necesario, porque me empezó a ir re bien y gané
harta plata. En todo caso, hasta el día de hoy tengo mi clientela, aunque ha
bajado harto el movimiento porque aparecieron los relojes chinos desechables,
pero no falta la gente que guarda un reloj de marca y lo quiere mantener
siempre bueno, como sea.Ahora la gente consulta cuánto cuesta la reparación de
un reloj Seiko, por ejemplo, algunos de los cuales cuestan hasta 300 lucas, y yo
le digo que el trabajo vale 15 lucas, pero mentalmente sacan la cuenta y
prefieren ir al mercado a comprarse un reloj desechable de 2 lucas”.
En este trabajo no están exentos los errores,
dada la precisión y delicadeza de algunos modelos. “A veces, uno se manda
tremendos condoros, porque se corre la cuchilla y se quiebra el vidrio del
reloj, ahí uno no sabe qué decirle al cliente. Una vez, un señor me pidió que
le entregara uno nuevo, así es que fui donde la Katy, le compré uno y se lo devolví”.
A propósito de anécdotas, recuerda la vez que
llegó un cliente por un arreglo simple y como tenía tanto trabajo no se dio
cuenta que no lo guardó, sino que se lo colocó en su muñeca para tenerlo a la
mano, pero se olvidó del asunto. Al rato llegó el señor de marras a buscarlo y
grande fue el bochorno del “Monito” al no encontrarlo por ningún lado. “Llegaba
a traspirar de puros nervios y desesperación, porque el caballero andaba
apurado. A todo esto, ya habían transcurrido como veinte minutos y el cliente
estaba furioso, así es que decidió volver algunos minutos más tarde. Justo en
los instantes en que iba saliendo, me percaté que lo tenía en la muñeca y lo
llamé, aunque este señor pensó que había sido una broma mía de mal gusto”.
Otro recuerdo imborrable de su mente fue la
vez que, en mayo de 1981, acompañando a su maestro Cristian Fernández, estuvo
trabajando en arriesgadas maniobras en la restauración del reloj de la hoy
desaparecida cúpula original del templo San Ambrosio, a 40 metros sobre el
nivel del piso.
Consultado respecto hasta cuándo piensa
trabajar, responde “hasta que me lo permitan mis manos y mi mente, entonces
será mi hijo Rodrigo el que se va a continuar en el negocio”.El “Monito”
González se siente orgulloso de su hijo menor que es ingeniero en informática y
también le gustó el oficio de relojero, al punto que está convertido en su
ayudante y será el continuador del camino trazado por su padre. “Él es más
tecnológico y digital, encarga los repuestos a Estados Unidos o China. Ahora
encargamos una máquina a China que abre y cierra los relojes que vienen
sellados a presión y que no se pueden abrir con la cuchilla”, apunta.
Finalmente, no deja de reconocer la escuela
que significó para él su mentor: “Todo lo que soy se lo debo a don Cristian
Fernández, de quien soy y seré su eterno agradecido”, concluyó.
SERGIO ZARRICUETA
ASTORGA
UNIDAD DE RR.PP. Y COMUNICACIONES
Vallenar,
13 de octubre de 2020
Productor:
Mauricio Véliz Huanchicay