Un
día como hoy, el 9 de abril de 1930, hace noventa años, nació don Mario Díaz
Vargas, en la Oficina Salitrera “Santa Luisa” de Taltal. Fueron sus padres don
Roberto Díaz y la señora Ramona Vargas.“Usted sabe, como eran las cosas antes,
todo se hacía de otra forma, así es que me inscribieron como nacido en 1931…
pero yo soy del treinta”, aclara.
Luego
que sus padres se separaran, su madre decidió venirse a Vallenar, trayendo en
sus brazos al pequeño Mario que, por entonces, solo tenía 6 años de edad. “Cuando
llegamos, ella arrendó una casita en la calle Maule, aunque después nos
cambiamos a vivir en varios otros lugares”, recuerda.
Sus
estudios primarios los realizó en la Escuela N° 3, la famosa “Universidad del
Rio”, como la llamaban los antiguos vallenarinos. No pudo seguir el nivel de
Humanidades, porque debió comenzar a trabajar a temprana edad. “En esos
tiempos, no existían todavía los liceos en Vallenar, y eran muy pocos los que
cumplían su enseñanza humanística, la mayoría de los cabros se metía altiro a
trabajar”, agrega.
En
lo laboral, recuerda que desde niño se dedicó al comercio, primero en forma
ambulante: “Me iba a la estación, donde me subía a los trenes y allí vendía de
todo: maletas, frutas, diarios, lo que fuera… hasta de lustrabotas trabajé”.
Enseguida,
agrega que también trabajó en el Hospital de Vallenar, donde igualmente hacía
de todo, era un “mentolatum”. Era el encargado de reemplazar a sus compañeros
en distintas áreas. “Mi jefe era el doctor Valencia, que atendía en su casa que
estaba frente a la plaza. Él me mandaba a reemplazar a todo el que faltara, ya
fuera jardinero, portero o enfermero. En esos tiempos, se trabajaba 12 horas,
en dos turnos”.
Las
anécdotas no están ausentes en su vida laboral: “Cuando trabajaba en el
hospital, allá por el año 1947, un día me estalló el cálefont cuando lo fui a
prender, y como todo se hacía con leña, se armó un tremendo incendio y casi se
quemó todo el hospital por mi culpa, pero claro que todo fue
involuntariamente”.
La
familia de don Mario Díaz la componen su actual esposa (casado en segundas
nupcias) María Mercedes Peralta, con quien tuvo una hija y un hijo, Juanito,
fallecido inesperadamente el año pasado. A ellos, suma también los hijos de su
primer matrimonio.
EL
PORRONCITO
A
pesar de sus noventa años de edad, don Mario sigue aferrado hasta el día de hoy
al comercio establecido, como medio de sustento. Su gestión empresarial comenzó
allá por 1959, cuando abrió su negocio que llamó "El Apambichao" (en
honor al pegajoso “Merengue Apambichao” de moda en esos años, popularizado por
la Sonora Matancera), en la vereda norte de la intersección de las calles Marañón
y Brasil, el cual funcionó hasta 1974.
Ese
mismo año abrió las puertas de su emporio "El Porroncito" que, en un
principio, estaba ubicado en calle Arturo Prat, a la altura del 1250
aproximadamente, donde actualmente se encuentra la Librería Álvarez, entre las
calles Hospital (actual Juan Verdaguer) y Recova(Alonso de Ercilla).
En
1982, "El Porroncito" se cambia a la esquina de calle Juan Verdaguer
con Arturo Prat, donde atendió hasta 1997, año en que se traslada a su actual
ubicación, en calle Juan Verdaguer esquina Serrano.
¿Por
qué El Porroncito?: “Había que buscar una forma ingeniosa de llamar la atención
con la publicidad y empecé a escribir la pizarra de ofertas con faltas de
ortografía y eso llamó la atención de la gente que comenzó a llegar primero por
curiosidad y después por necesidad, porque en mi negocio hay de todo”, dice con
orgullo,y
no exagera cuando afirma aquello ya que tiene para la venta desde herraduras, chonchones, chupallas, alpargatas, trompos,
emboques, charqui, semillas, canastos, guitarras, dulces y verduras, entre los
rubros tan disímiles que ofrece. La gente mayor es su más fiel clientela, la
misma que lo sigue desde hace décadas.
¿Cómo
considera que lo ha tratado Vallenar, la tierra que usted tanto quiere?
“La
gente ha sido consecuente conmigo. Me saludan donde me encuentran, siguen
viniendo a mi negocio, me dicen que escuchan las cosas que hablo en la radio,
siempre tienen buena onda conmigo. Vallenar es mi tierra, el otro pueblo donde
nací ya no existe, las salitreras ya no existen, sobre todo después de la
Segunda Guerra Mundial, cuando Chile rompió relaciones con Alemania”.
¿Qué
puede decir de la transformación que ha visto de Vallenar en sus noventa
años?... ¿Cambió para bien o para mal?
“Depende
del punto de vista con que se mire. Obvio que es mejor una ciudad con las
calles pavimentadas que con tierra, todos los adelantos que hay son para bien,
pero igual uno extraña los tiempos idos, porque las cosas antiguas tenían otro
sabor: la gente era más humanitaria y había más amistad, porque no existía la
politiquería que hoy nos tiene a todos divididos. Antes, todos éramos uno”,
concluyó.
¡¡¡Feliz cumpleaños, don Mario… y a esperar los CIEN!!!