Hasta los años noventa, más o menos, era
común el envío de cartas a los enamorados, a los familiares lejanos o al
mismísimo Viejito Pascuero. Sin embargo, la llegada de la modernidad vino a
acabar con esta vieja y romántica costumbre. Ya nadie se sienta a escribir una
carta, porque el whatsapp, el twitter y el instagram son los medios que la
llevan entre los niños y jóvenes del siglo XXI. Incluso, hasta los adultos mayores
se han adaptado a esta modalidad, por la necesidad de no quedar obsoletos en la
sociedad.

“Yo conocí Vallenar el año 1958, cuando vine
a jugar básquetbol por la Selección de Potrerillos, en el Estadio Marañón,
donde se jugaba hasta las 2 de la mañana. Ahí conocí al Lipiria que entraba al
estadio y gritaba “A lipiriarse”.
A fines de ese mismo año se vino a Vallenar
con su esposa y con su hijo. Comotrabajadorde Correos de Chile en ese mineral, pidió
traslado al valle del Huasco, por
razones de salud de su hijo. “Llegamos a la casa de mi suegro (Nicanor Marín)
que trabajaba en Endesa. Él vivía en
calle Aconcagua, en la manzana 43, donde están los departamentos de cuatro
pisos, era una casita bien bonita, con árboles frutales, pero el año 1960 se la
expropiaron”.
Su ingreso a esta empresa la hizo en calidad
de ad honorem en 1953, allá en Potrerillos; en 1958 lo contrataron oficialmente
y, paralelamente, comenzó a jugar su deporte predilecto: el básquetbol.
Nuestro entrevistado admite que nunca pensó ser
cartero, porque no sabía lo que era. “Mi primer reparto fue un 18 de
septiembre, mientras todos mis amigos estaban jugando en las ramadas, yo andaba
con el buzo de la empresa. Llegué con todas las cartas de vuelta, porque si
bien conocía Potrerillos, no conocía las direcciones, hasta que un amigo que
trabajaba en el Correo me enseñó. Al principio entregaba las cartas así no más,
no cobraba, la gente me decía que se lo anotara en una cuenta, pero yo nunca lo
hacía. En esos años, el cobro legal eran 20 centavos por carta. Después me iba
corriendo a jugar básquetbol”.
Rolando Ángel, comenzó su carrera profesional
literalmente desde abajo: Hasta hacía el aseo en la oficina de Correos de
Chile. “En 1968, no se repartían cartas en las poblaciones, porque tenían malas
las direcciones y con números repetidos. Recuerdo que en ese tiempo, la
Polvorera llegaba hasta un poquito más arriba de donde hoy está la panadería Don
Choche, por eso decidieron dejarle las cartas de ese sector a una señora
llamada Ramona, quien tenía su casa en calle Ramírez 1586, antes de comenzar a
subir las escalinatas. Ahí llegaban los vecinos de esa población a buscar su
correspondencia”.
“Yo fui el primer cartero que empezó a
distribuir las cartas, giros y telegramas en las poblaciones de Vallenar,
precisamente en la Polvorera. Después mis colegas empezaron a cubrir otras
poblaciones, como la Torreblanca que, en esos tiempos, se llamaba Los Canales.
En esa época se devolvían sacos de correspondencia, porque la gente no sabía
que les había llegado carta. Y todo ese trabajo de repartir en las poblaciones
lo hacía a patita no más, hasta que le compré una bicicleta a mi cuñado que la
había traído desde Potrerillos y la tenía botada en el patio de su casa. Cuando
llegué a la oficina en bicicleta, mis compañeros se largaron a reir y le
pusieron la ´prehistórica´, porque en realidad era harto viejita. Después me la
pintó el ´Nelo´ Herrera que reparaba bicicletas en un local de calle Merced”.
Don Rolando recuerda que se pegó como tres
costalazos arriba de una bicicleta, dejando las cartas y las monedas esparcidas
por todos lados. “La primera fue en la bajada de José Miguel Carrera, en la
parte superior del Hospital. En ese tiempo, tenía una bicicleta a contrapedal
y, tras caer en un hoyo, se me salió la cadena y como no tenía frenos tuve que
tirarme al suelo, porque traía mucha velocidad; atrás venían otros colectivos
que querían pasarme, a la postre, fueron los primeros en ayudarme. En otra ocasión
se me atravesó un perro en calle Providencia, luego de impactar al animal me di
como dos vueltas en el aire y caí sentado. La gente se puso a recoger las
cartas y las monedas”.
Otra anécdota la vivió con una señora
domiciliada en las inmediaciones de la iglesia Corazón de María. “La verdad es
que nunca la encontraba en su casa, por eso le echaba las cartas por debajo de
la puerta, hasta que un día me encontró y me pidió que nunca más se las lanzara
por ahí, porque el perro que tenía le hacía pedazo las cartas. Por lo tanto, le
sugirió que la próxima correspondencia se la introdujera por una ranura de la
ventana. Al tiempo después, volvió a buscarme, esta vez para decirme que no
siguiera con esa rutina porque caían adentro de una bacinica que dejaba allí
por las noches. Por lo tanto, nunca podía leer las cartas que le iba a
entregar, por una u otra razón”.
El amigo cartero trabajó en Correos de Chile
hasta 1982, cuando apareció el sistema de las AFPs. “Desde Santiago, la
Asociación de Carteros envió la información de que por ningún motivo nos
cambiáramos a una AFP. Ese mismo año, jubilé con 45 años de servicios”.
Tras su retiro trabajó en la empresa Andes
Mar Bus y Buses Tramaca, entre otras. “Después que salí de Correos, no fui más
a la oficina, salvo a dejar una correspondencia para la Asociación de Carteros
Jubilados”, recuerda hoy.
Otra actividad en la que Rolando Angel
Espinoza destacó en Vallenar fue su
condición de árbitro de básquetbol, donde tejió tantas o más aventuras y desventuras
que como cartero, pero, esas historias son para otra crónica.
¡Felicidades en su día de cumpleaños!