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CRONICAS VALLENARINAS CONTEMPORANEAS Rolando Ángel… histórico cartero



Hasta los años noventa, más o menos, era común el envío de cartas a los enamorados, a los familiares lejanos o al mismísimo Viejito Pascuero. Sin embargo, la llegada de la modernidad vino a acabar con esta vieja y romántica costumbre. Ya nadie se sienta a escribir una carta, porque el whatsapp, el twitter y el instagram son los medios que la llevan entre los niños y jóvenes del siglo XXI. Incluso, hasta los adultos mayores se han adaptado a esta modalidad, por la necesidad de no quedar obsoletos en la sociedad.

 Frente a esta nueva realidad, un personaje que quedó en el pasado es el cartero, el que llegaba al barrio con las buenas nuevas. En Vallenar hubo un hombre que por más de 30 años se dedicó a este oficio. ¿Su nombre?Rolando Arturo Ángel Espinoza, nacido el 4 de agosto de 1936, por lo que hoy, precisamente, cumple 84 años de edad.

“Yo conocí Vallenar el año 1958, cuando vine a jugar básquetbol por la Selección de Potrerillos, en el Estadio Marañón, donde se jugaba hasta las 2 de la mañana. Ahí conocí al Lipiria que entraba al estadio y gritaba “A lipiriarse”.

A fines de ese mismo año se vino a Vallenar con su esposa y con su hijo. Comotrabajadorde Correos de Chile en ese mineral, pidió traslado al valle  del Huasco, por razones de salud de su hijo. “Llegamos a la casa de mi suegro (Nicanor Marín) que trabajaba en Endesa.  Él vivía en calle Aconcagua, en la manzana 43, donde están los departamentos de cuatro pisos, era una casita bien bonita, con árboles frutales, pero el año 1960 se la expropiaron”.

Su ingreso a esta empresa la hizo en calidad de ad honorem en 1953, allá en Potrerillos; en 1958 lo contrataron oficialmente y, paralelamente, comenzó a jugar su deporte predilecto: el básquetbol.

Nuestro entrevistado admite que nunca pensó ser cartero, porque no sabía lo que era. “Mi primer reparto fue un 18 de septiembre, mientras todos mis amigos estaban jugando en las ramadas, yo andaba con el buzo de la empresa. Llegué con todas las cartas de vuelta, porque si bien conocía Potrerillos, no conocía las direcciones, hasta que un amigo que trabajaba en el Correo me enseñó. Al principio entregaba las cartas así no más, no cobraba, la gente me decía que se lo anotara en una cuenta, pero yo nunca lo hacía. En esos años, el cobro legal eran 20 centavos por carta. Después me iba corriendo a jugar básquetbol”.

Rolando Ángel, comenzó su carrera profesional literalmente desde abajo: Hasta hacía el aseo en la oficina de Correos de Chile. “En 1968, no se repartían cartas en las poblaciones, porque tenían malas las direcciones y con números repetidos. Recuerdo que en ese tiempo, la Polvorera llegaba hasta un poquito más arriba de donde hoy está la panadería Don Choche, por eso decidieron dejarle las cartas de ese sector a una señora llamada Ramona, quien tenía su casa en calle Ramírez 1586, antes de comenzar a subir las escalinatas. Ahí llegaban los vecinos de esa población a buscar su correspondencia”.

“Yo fui el primer cartero que empezó a distribuir las cartas, giros y telegramas en las poblaciones de Vallenar, precisamente en la Polvorera. Después mis colegas empezaron a cubrir otras poblaciones, como la Torreblanca que, en esos tiempos, se llamaba Los Canales. En esa época se devolvían sacos de correspondencia, porque la gente no sabía que les había llegado carta. Y todo ese trabajo de repartir en las poblaciones lo hacía a patita no más, hasta que le compré una bicicleta a mi cuñado que la había traído desde Potrerillos y la tenía botada en el patio de su casa. Cuando llegué a la oficina en bicicleta, mis compañeros se largaron a reir y le pusieron la ´prehistórica´, porque en realidad era harto viejita. Después me la pintó el ´Nelo´ Herrera que reparaba bicicletas en un local de calle Merced”.

Don Rolando recuerda que se pegó como tres costalazos arriba de una bicicleta, dejando las cartas y las monedas esparcidas por todos lados. “La primera fue en la bajada de José Miguel Carrera, en la parte superior del Hospital. En ese tiempo, tenía una bicicleta a contrapedal y, tras caer en un hoyo, se me salió la cadena y como no tenía frenos tuve que tirarme al suelo, porque traía mucha velocidad; atrás venían otros colectivos que querían pasarme, a la postre, fueron los primeros en ayudarme. En otra ocasión se me atravesó un perro en calle Providencia, luego de impactar al animal me di como dos vueltas en el aire y caí sentado. La gente se puso a recoger las cartas y las monedas”.

Otra anécdota la vivió con una señora domiciliada en las inmediaciones de la iglesia Corazón de María. “La verdad es que nunca la encontraba en su casa, por eso le echaba las cartas por debajo de la puerta, hasta que un día me encontró y me pidió que nunca más se las lanzara por ahí, porque el perro que tenía le hacía pedazo las cartas. Por lo tanto, le sugirió que la próxima correspondencia se la introdujera por una ranura de la ventana. Al tiempo después, volvió a buscarme, esta vez para decirme que no siguiera con esa rutina porque caían adentro de una bacinica que dejaba allí por las noches. Por lo tanto, nunca podía leer las cartas que le iba a entregar, por una u otra razón”.

El amigo cartero trabajó en Correos de Chile hasta 1982, cuando apareció el sistema de las AFPs. “Desde Santiago, la Asociación de Carteros envió la información de que por ningún motivo nos cambiáramos a una AFP. Ese mismo año, jubilé con 45 años de servicios”.

Tras su retiro trabajó en la empresa Andes Mar Bus y Buses Tramaca, entre otras. “Después que salí de Correos, no fui más a la oficina, salvo a dejar una correspondencia para la Asociación de Carteros Jubilados”, recuerda hoy.

Otra actividad en la que Rolando Angel Espinoza destacó  en Vallenar fue su condición de árbitro de básquetbol, donde tejió tantas o más aventuras y desventuras que como cartero, pero, esas historias son para otra crónica.

¡Felicidades en su día de cumpleaños!

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